martes, 10 de abril de 2018

Año nuevo en Río de Janeiro

En junio de 2013 comenzamos a pensar nuestras primeras vacaciones juntos -siempre un un gran acontecimiento para una pareja-. Y pensamos que no habría nada mejor que recibir el año nuevo juntos, y que el lugar para hacerlo debía ser Río de Janeiro, Brasil, obvio.  

Y así, 6 meses antes, compramos los pasajes e hicimos reservas en un hostal para nuestras primeras vacaciones juntos, mi primera vez en Brasil y nuestro primer año nuevo en la playa, vestidos de blanco y con ofrendas a Lemanjá.

Reveillon en Copacabana no defraudó. Comenzamos con una "cena" de año nuevo en una cadena de comida rápida, de ahí, directo a la playa, todos de blanco y con nuestras champañas bajo el brazo. Nos instalamos y comenzó la fiesta. 

Tratamos de ver algo del show, pero no pudimos y la verdad es que no importó. Solo importaba bailar y escuchar la cuenta regresiva para el gran momento. Llegaron las 12 de la noche, y la fiesta despegó. Comenzaron los fuegos artificiales, la samba, y yo pasaba mi primer año nuevo en el extranjero, en Río de Janeiro, en la fiesta playera más grande "do mundo" y con mi futuro esposo (aunque en ese entonces aun no lo sabía...o quizá si).

Él habla portugués, y no recuerdo cuándo, pero de un momento a otro ya era amigo de un grupo de brasileros musculosos, todos vestidos de blanco, algunos con sus novias estupendas, con el único objetivo de comenzar el año como corresponde, ¡de fiesta!.

Compartimos la compra del alcohol, bailamos hasta el amanecer, nos protegieron de la avalancha de gente y de los borrachos jugosos. Recuerdo haberme quedado sola en algún momento con una de las chicas del grupo, solo importó el lenguaje fiestero. Todo lo demás sobraba. 

Recuerdo haber ido al baño en plena fiesta, al baño público de Copacabana y no olvido su limpieza y orden en las filas. Las mismas garotas echaban a la que se quería colar y no era solidaria con su género. 

Después, el bajón. Mucha gente nos dijo, no coman en la calle. Obviamente no hicimos caso y después de horas bailando en la playa, ese sándwich fue un majar de dioses. 

Fue una gran experiencia que espero podamos repetir antes de que los años no nos dejen bailar hasta el amanecer, que la recuperación cueste más o de que ya no seamos solo dos.  












No hay comentarios:

Publicar un comentario